viernes, 27 de enero de 2012

Análisis del discurso peronista Verón-Feinmann

El fenómeno peronista como hecho político-social fue de gran importancia para la historia argentina. Es por ello que diferentes autores retoman esta etapa (1945-1973) para escribir desde lo histórico, lo literario y lo político, sobre los procesos que se dieron durante esas tres décadas. Eliseo Verón aporta una visión diferente de esa etapa, pues su análisis se da a partir del discurso. El trabajo de Verón es un análisis de un caso histórico del discurso político, de las acciones discursivas-políticas de Perón, desde una perspectiva histórica. Es una interpretación discursiva del fenómeno peronista, el cual constituyó un complejo período de la historia de nuestro país.
El presente trabajo abordará las posibles relaciones interdiscursivas entre el libro de este autor, “Perón o Muerte”, con el artículo “El ajedrez madrileño de Perón”, de Juan Pablo Feinmann, haciendo hincapié en la recuperación imaginaria de la historia como legitimación del enunciador, ya que Verón afirma que “todo discurso político contiene… la recuperación de la historia, y que esta recuperación está siempre asociada… a la legitimación del enunciador” (Verón, 2003, 96)

La posición del observador en Verón es una posición relativamente provisoria que pretende ser objetiva; el observador se desplaza a través de los diferentes dispositivos enunciativos, mediante el análisis de los discursos en la dinámica de los distintos enunciadores, sea el propio Perón, El Descamisado, o la burocracia sindical.
El planteo de Verón es que el funcionamiento discursivo del peronismo posibilita la comprensión de las condiciones de producción y de la complejidad de los discursos. La palabra de Perón es analizada en tres etapas: el surgimiento del líder, a partir del modelo de “la llegada”; sus presidencias y su enunciación desde el exilio; y la compleja relación que sostuvo con la Juventud Peronista.
A lo largo del texto, Verón plantea cómo los actores políticos, a través de los enunciados, buscan legitimidad de la empresa política de la que forman parte y con la cual se identifican. Al mismo tiempo, el autor describe la ambigüedad y la estrategia del “no arbitraje” como la herramienta utilizada por Perón para afianzar su palabra como el único y verdadero discurso y, a su vez, para aglutinar a la mayor cantidad de adeptos al peronismo, no desaprobando a ninguno (o aprobando a todos). En este punto se observa una coincidencia entre el texto de Verón y el artículo de Feinmann mencionado anteriormente, pues éste afirma también que a partir de esta estrategia Perón “trata de mantener unido al movimiento”, pues tenía la certeza de que la herramienta de su movimiento era la masividad. Si bien en este aspecto coinciden ambos autores, en el plano discursivo hay una diferenciación radical, ya que Verón asume una posición objetiva (o lo intenta), en cambio Feinmann asume una postura subjetiva con posicionamientos personales que veremos más adelante.
Durante los dieciocho años de exilio de Perón, y debido a la proscripción del movimiento peronista, fue necesaria la acción de determinados portavoces que pudieran transmitir la voz del líder en forma clandestina. Cada una de estas voces acarreaba a su vez diferentes posicionamientos ideológicos (derechistas-izquierdistas). En esta transposición de los mensajes del líder, se establecieron contradicciones, desajustes, enfrentamientos entre las diferentes fracciones del mismo movimiento, que dieron lugar a acciones violentas, no sólo en relación al discurso sino que también generaron la violencia física como mensaje, durante el exilio y al regreso de Perón (por ejemplo, la masacre de Ezeiza y el asesinato de Vandor).
En Perón o Muerte, se presenta la disputa sobre la veracidad de la palabra primera (la de Perón) que se manifiesta a través de las interpretaciones de El Descamisado, semanario publicado por la JP, que presenta al sindicalismo como el gran enemigo interno. Para legitimar el enunciado, y a ellos como los verdaderos portavoces de la palabra del líder, desde el semanario se publican diferentes notas editoriales con discursos del propio Perón según su propia interpretación. Es decir, que quedan al descubierto las contradicciones de la enunciación de la JP frente a la enunciación de los sindicalistas e incluso la del propio Perón. Éste, nunca excluyó a ninguna fracción de su movimiento pero, al mismo tiempo, se mostró menos tolerante en sus expresiones con algunas actitudes “vanguardistas”, “revolucionarias” de la Juventud, sin lograr el apaciguamiento de la “muchachada apresurada” que prefería hacer caso omiso de la voz del líder.
Por otra parte, El Descamisado, en varios números publicados en 1973 publicó un suplemento que reproducía la historia de la lucha peronista. En él reinterpretan los discursos de otros líderes de la historia, no sólo argentina, sino también latinoamericana, con personajes como Artigas, Rosas, San Martín, Túpac Amaru, haciendo una metáfora del presente, fundando su posición como herederos de esta historia revolucionaria; asumen así, según Verón, su postura de combatientes de y para el pueblo. El autor, analiza la caricatura presentada por El Descamisado, donde un Juan (un Juan cualquiera) podría ser Perón o un peronista que se funde con el pueblo para resistir y luchar contra el imperialismo y la oligarquía. La JP se presenta así como la defensora de la patria.
En relación al plano histórico, Feinmann también despliega su artículo a partir del recuerdo, de la memoria histórica, poniendo como centro a los discursos históricos. Este autor recupera situaciones de la lucha obrera, del momento cumbre de la Resistencia Peronista (1956-1959), haciendo sus propias valoraciones e incorporando testimonios de actores sociales que vivieron en carne propia la lucha “genuina”. Entonces, así como Verón analiza la legitimación en El Descamisado a partir del discurso de grandes líderes, Feinmann también retoma en su discurso la palabra de terceros: el testimonio de Octavio Getino, codirector de La Hora de Los Hornos, como así también retoma la obra de Rodolfo Walsh, ¿Quién mató a Rosendo?
Las valoraciones y apreciaciones personales en Feinmann se dan a partir del uso de la parentética y del uso de verbos expresivos (“creo que…”, “admitamos que…”, “estoy seguro…”, “equivocados”, etc.). Demuestra así su subjetividad a partir de la ironía, de la denuncia, ya sea explícita o implícita.
Por otra parte, Feinmann pone a la luz lo “no dicho” por Perón, su silencio. Es decir, a través de suposiciones (propio de su estilo) inventa posibles diálogos entre Perón y “los muchachos”: “Pero supongamos que Perón les dice: ‘Estoy de acuerdo: ustedes pusieron la sangre. Pero esa etapa terminó. Y con ella terminaron ustedes…’ …Que nadie lo dude, Perón les dijo esto a los Montoneros.”
Además Feinmann supone discursos de terceros que cita en su artículo: “… ‘Pero les diré con toda la firmeza de la que sea capaz, que la razón no es exterior al pueblo’. (El texto no es de Rosa L. me tomé el atrevimiento de <hacerla hablar> pero juro que no la he traicionado).” En este sentido, con la inclusión de la palabra de terceros, Feinmann construye su opinión con respecto al fenómeno peronista. Este autor trae a colación varias voces ficticias que dialogan o se basan en el peronismo (literatura, cine), lo cual genera un estilo ecléctico, propio de su contexto de producción. A diferencia de Verón que funda su análisis en discursos netamente peronistas, es decir, enunciados de Perón y de sus portavoces.

A modo de conclusión, observamos que la recuperación de la historia desde sus diversos actores es una reconstrucción histórica adaptada a los intereses que cada uno de ellos persigue, con la intención de crear imaginarios que permitan instalarlos como herederos de la historia, como continuidad de ella y como superación de las formas anteriores, buscando la propia legitimidad de su presencia en el campo político y de su posición de enunciación junto a los líderes, en este caso junto a Perón.
Verón nos permite entender que en los procesos políticos existen discursos que se relacionan en una red con otros discursos, y que dichas relaciones pueden estudiarse a partir de ellos, en los cuales se ponen en juego las ideologías, los intereses y las luchas por el poder, tanto en las corrientes opuestas como dentro de un mismo movimiento político.

Paula Cristaldo - Delia Morinigo

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