jueves, 1 de abril de 2010

La excusa

El otro día salía de mi trabajo, casi por última, hablando con la directora. Todos los niños habían tomado diferentes arterias de la ciudad rumbo a sus casas, sin embargo, al llegar a la vereda notamos que una maestra de 1er grado permanecía junto a dos de sus alumnitos. Nosotras esperábamos que nos vengan a buscar, entonces nos quedamos junto a la maestra y sus niños. Al minuto apareció la mamá de uno de los chicos, charló con la maestra y nos reímos un rato de la inocencia y de la alegría del alumnito al encontrarse con su mamá y su hermanito. Al fin se fueron. Luego llegó nuestro turno y subimos al auto dejando a la maestra con el último alumnito que aún no habían venido a buscar. La maestra agregó que se quedaría y que esperaba la madre no tardara tanto porque tenía que tomar su colectivo para hacer unos trámites en el centro.
Nos fuimos. A las ocho cuadras vimos a una mujer flaca que tenía una blusa rosada y un bolso pequeño que cruzaba por su hombro derecho hasta la parte izquierda de su cintura. Pero lo que más llamó nuestra atención es que la mujer estaba apoyada con el brazo izquierdo sobre un poste de luz, con la cabeza agachada y tocándose la panza con la mano derecha, al parecer sintiéndose adolorida. Fue entonces que la directora reconoció que esa mujer era la madre de aquel niño que estaba esperando frente a la escuela acompañado por su maestra, por lo que pidió a su esposo, quien manejaba el auto, que pegue la vuelta y regrese despacio para observar si la mujer se sentía mal y si llegaría a buscar a su hijo.
Por el camino aquella mujer iba caminando casi a tropiezo, un poco renga y zigzagueando por la vereda. Entonces una chica que caminaba en sentido contrario a ella paró y conversó con la mujer, pero ésta luego de un minuto, haciendo un gesto de “dejá nomás” con la mano izquierda y sin sacar la mano derecha de su estómago, siguió caminando rumbo a la escuela, y la chica que intentó ayudarla, un poco confundida, siguió su camino. La directora detuvo a la chica cuando llegó hasta donde estábamos con el auto estacionado viendo la situación. Le preguntó si aquella mujer se sentía bien, a lo que la chica contestó que la mujer dijo que tenía cáncer de estómago pero que estaba bien y que tenía que ir a la escuela a buscar a su hijo, la chica agregó que la mujer tenía olor a alcohol. Un poco impotentes y resignados, dimos vuelta con el auto retomando el camino a casa, sabiendo que al día siguiente la maestra del niño de 6 años nos contaría lo ocurrido. Y así fue.
Al día siguiente me enteré que la maestra habló con la mujer, madre de su alumnito, que efectivamente estaba borracha y que el motivo de su estado de ebriedad era que se estaba separando del padre del niño. También supe que la maestra, reconociendo que no era quién para meterse en su vida, le aconsejó que tenga fuerzas y siga luchando por su hijo, entonces la mujer rompió en llanto y abrazó a la maestra. Ahí, la criatura se apartó asustado de su madre y acercándose a la maestra le preguntó si su mamá estaba bien.
Situaciones como estas no son extrañas en una escuela. Más de una vez al año las maestras deben quedarse después del horario de salida a la espera de los padres para que retiren a sus hijos. De hecho, una vez ocurrió que un padre se olvidó de retirar a su hijo y apareció a las 20:00hs, siendo que el horario de salida del turno tarde es a las 17:15hs.
Yo recuerdo que cuando estaba en el jardín de infantes, tendría 5 años, mi mamá le encargaba a mi hermano que me retire del jardín para que volvamos juntos a casa, porque ella trabajaba a la mañana y salía más tarde que nosotros. Por lo general mi hermano lo hacía bien, pero era mucha responsabilidad para un niño de 8 años, y un día se olvidó de mí y se fue solo a casa. Así que me quedé en la escuela con mis maestras de jardín hasta que vino mi mamá envuelta en rabia a retirarme porque mi hermano me dejó sola. Ese día estuve desde las 8:00am, horario de entrada del turno mañana, hasta las 14:00hs (si mal no recuerdo) que era el horario de entrada del turno tarde. Ese día todos se fueron menos yo, así que un mar de lágrimas brotó de mí. Mi papá trabajaba muchas más horas, por eso no me llevaba ni me buscaba de la escuela. Tres años después mis padres se separaron. En fin, salí ilesa ese día, mis maestras me cuidaron bien y me consolaron. Tal vez sea por eso que me llamó tanto la atención este caso de la mujer, me habré sentido identificada con el niño de 6 años, aunque las circunstancias fueron otras.

Lo único que dejan estos casos es una gran impotencia en los docentes, quienes frecuentemente hacen de padres para algunos de sus alumnos, dando consuelo y consejos.
La historia de la mujer borracha me pareció el caso del año, aunque también aparecen otros que tienen que ver con violencia familiar, abandonos de hogar, padres separados (el más frecuente), niños que roban, fuman, toman o se drogan, otros que son criados por otro familiar (abuelos que hacen que los niños los llamen “mamá” o “papá”) porque los padres los abandonaron a la vera de Dios y llegan a la escuela con todos los problemas de la casa.
Cada padre tendrá su excusa de por qué pasan estas cosas, pero los chicos… ¿qué culpa tienen los chicos de las malas decisiones de los padres? Complejidades de la vida que jamás entenderé…


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