martes, 8 de diciembre de 2009

Confesiones de un Escritor Auténtico: Witold Gombrowicz

1. PRESENTACIÓN

Witold Gombrowicz. Un nombre propio que hace eco de una personalidad excéntrica y original. Un argentino por casualidad, que recuerda su Polonia natal afectada por la ocupación nazi, al estallar la Segunda Guerra Mundial.
Su estadía en Argentina se extendió desde 1939 hasta 1963. Entre otras obras, escribió su Diario, en el cual rebosan planteos filosóficos, temas relativos a la literatura y a la cultura polaca, así como sucesos de la vida cotidiana. La vida íntima del escritor se desplaza a un segundo plano, aunque no deja de ser el tema fundamental del diario, la construcción de si mismo a los ojos de un público lector.
Es importante saber que la mayor parte del Diario fue publicada en la revista Kultura, de los exiliados polacos en París, lo que condiciona el concepto del género, aunque podemos decir que un diario íntimo no es una expresión puramente individual e íntima, ya que configura un lector imaginario.
En vista de ello, sabiendo que el escritor despliega relatos diversos en cuanto a lugares y acontecimientos, y tratando de lograr una lectura semiótica a través de sus interesantes reflexiones, aquí, hablaremos de algunos temas que se abordan en los capítulos XIX, XX y XXI del Diario 1 1953-1956.



2. EXILIO Y RELATO DE VIAJE

En primer lugar, es preciso encuadrar las condiciones de escritura de Gombrowicz. Se encuentra exiliado en un país lejano, con un idioma hasta entonces desconocido, por lo cual tiene una mirada exótica del paisaje que lo rodea, así como de las personas que ve circular por la ciudad de Buenos Aires. Está solo, sin dinero, pero aún así conserva la esperanza y la creencia en su intelectualidad y en su figura de escritor.
En el Capitulo XIX, se inicia el relato con una referencia espacio-temporal, es decir, Gombrowicz se encuentra en una estancia llamada “La Cabaña”, en Necochea. Seguidamente, hace una apreciación sobre su condición de escritura en el exilio:
“Si este diario que voy escribiendo desde hace ya algunos años no está a la altura –la mía, la de mi arte o la de mi época–, nadie debería reprochármelo, pues es un trabajo que me ha sido impuesto por las circunstancias de mi exilio y para el que posiblemente no sirva.” (GOMBROWICZ 1988: 308)

Así, instala un escudo ante los posibles críticos de su relato, el cual continúa con la descripción del espacio dentro y fuera de la estancia. Con un estilo de relato de viajero, Gombrowicz representa, piensa y refiere la experiencia en relación a ese espacio concreto: “No hay océano, centello, sal ni vientos” (1988: 309)
En este sentido, la narrativa de viaje convoca dos espacios: el primero es nombrado en el mismo texto, es el espacio que se está describiendo; el segundo, remite a un espacio previo que, implícito, sirve como marco de referencia o punto de comparación. En el caso de Gombrowicz, el paisaje argentino, exótico a sus ojos, es comparado con el paisaje de Polonia: “Algo que siempre me ha sorprendido en el campo argentino: que no haya campesinos, que no haya colonos. En unos espacios que en Polonia precisarían de muchos brazos, aquí no hay nadie” (1988: 309)
Podemos ver claramente la comparación que el escritor realiza entre el campo argentino que ahora conoce –lo nuevo – en correlato con el campo polaco –su punto de comparación –.
Cabe aclarar que su exilio se extendió por más de veinte años en nuestro país, por lo que muchas veces es puesto en duda el estado de “viajero” así como el de “exiliado”, que lo posiciona al escritor en forma distante respecto de la escritura y del ser nacional, cuestión que se sigue discutiendo: el hecho de incluirlo dentro de la tradición de la literatura argentina.
Por otra parte, en el capítulo XX, Gombrowicz escribe lo que titula “Diario del Río Paraná”. En este diario dentro del Diario, podemos ver una obra literaria aparte, en relación al estilo de escritura del resto de los capítulos que aquí trabajamos. En el Diario del Río Paraná se observa un tono poético, con ritmo y desplazamiento, al compás de las olas del barco que lo llevó a recorrer el delta del Paraná hasta llegar, río arriba, a Goya, Corrientes. En el primer día de viaje –Martes – vemos cómo las primeras oraciones de cada párrafo remarcan el paso del tiempo: “A la una de la tarde el barco zarpó”, “Las seis de la tarde”, “Las ocho de la tarde”, “Las dos de la madrugada” (1988: 338). Asimismo, las últimas palabras de dichos párrafos son repetitivas: “navegamos”, lo que nos indica un desplazamiento en el espacio.
En referencia al relato como práctica del espacio, Michael De Certeau (2000:128) nos dice que:

“Todo relato es un relato de viaje, una práctica del espacio. Por esta razón, tiene importancia para las prácticas cotidianas… [Los relatos] hacen el viaje, antes o al mismo tiempo que los pies lo ejecutan”.

El relato que despliega Gombrowicz en el Diario del Río Paraná supone esta movilidad, organizando lugares recorridos, describiendo espacios, traspasando fronteras temporales, que son registradas en horas –como observamos anteriormente –, y en días: “Martes”, “Miércoles, las cuatro de la tarde”, “El mismo día por la noche”, “Noche del miércoles al jueves”, etc.



2. CONSTRUCCIÓN DEL YO

El género diario, en el caso de Gombrowicz se ve limitado por el medio. Estamos en presencia de un diario escrito para ser publicado, como dijimos anteriormente, en la revista Kultura. Al tener en cuenta este criterio de escritura podemos hacer un recorrido en estos tres capítulos acerca de cómo se muestra el escritor ante el lector, qué hace público de su personalidad y de su intimidad, qué reflexiones tiene sobre su visión del mundo, qué elije creer y qué quiere hacer-creer a sus lectores sobre sí mismo.
En primer lugar, Gombrowicz enuncia que su yo está formado por su pasado, por la historia: “No hay duda de que estoy formado por el mundo del pasado” (1988: 327), nos está diciendo que nació en una determinada cultura que le enseñó tales costumbres. A pesar de ello, busca constantemente pensar y ser diferente de los demás cuando afirma: “quiero ser yo mismo” (1988: 330)
Por otra parte, el pasado al que se refiere Gombrowicz, instala en el relato la memoria y el olvido, y se remonta a los recuerdos que trae de su cultura de origen para recuperar y reinterpretar los acontecimientos que relata en el presente –sean problemas políticos, literarios, filosóficos –, por ejemplo: “Añadiré, remontándome al tesoro de mis recuerdos” (1988: 321)
Los relatos son portadores de la memoria, en palabras de Marc Auge (1999: 177): “Estos relatos, son siempre, en todo caso, fruto de la memoria y el olvido, de un trabajo de recomposición que traduce la tensión ejercida por la espera del futuro bajo la interpretación del pasado”.

2.1 La Forma y la autenticidad

Gombrowicz, a lo largo de sus escritos, desarrolló un concepto que se presenta también en estos capítulos, la Forma. Lo que él plantea con este término es la condición humana sujeta a la interacción con los demás. La Forma surge en la interacción, a fuerza de adaptación mutua, como necesidad de organización. El aspecto negativo de este concepto es que cada persona es creada por la Forma desde el exterior, por lo tanto uno no puede ser auténtico, porque a fuerza de la adaptación asume una máscara o interpreta papeles. Es algo de lo que no podemos salir, porque sólo se puede ser de una forma. De esta manera, él presenta su visión de la realidad:

“Soy como una voz en la orquesta que tiene que entonar con el sonido de todo el conjunto, encontrar el propio lugar en la melodía […] pienso y siento ‘para’ la gente con el fin de rimar con ella; y sufro una deformación a causa de esta necesidad suprema: la de entonar con los demás en la Forma. […] Pero de esto se deduce que para mí no existen pensamiento o sentimiento verdaderamente auténticos, totalmente ‘propios’. […] Todo esto es muy mío –en la medida en que puede ser mío –.” (1988: 328-329)
Él mismo es parte del mundo en el cual los hombres se crean mutuamente, pero lucha por salir, para llegar a ser auténtico, para tener pensamientos propios, en la medida en que pueden serlo. Así, es como explica la inautenticidad de los pensamientos de las personas:

“Mi mundo carece de Dios. En este mundo, los hombres se crean mutuamente. Es la dependencia de un hombre a otro hombre, la visión del hombre en su continua unión creadora con los demás, unión penetrante que dicta los sentimientos más ‘personales’.” (1988: 328)
Esto trae a colación cómo el imaginario colectivo y los relatos de la cultura moldean la individualidad. La Forma se vuelve un aparato filosófico y antropológico que explica el comportamiento de la vida del hombre en sociedad. Es decir, en palabras de Gombrowicz: “Ser una persona equivale a no ser nunca uno mismo” (1982: 12). Nadie está exento de esta afirmación, el yo individual se configura en relación con la semiosfera en la que nos formamos:

“Tu yo –dicen – ya ha sido formado anteriormente por las condiciones de tu vida, por el proceso de tu historia; eres tal como te ha creado y definido tu clase social explotadora […] Al reafirmarte en este yo, sólo te reafirmas en tu propia deformación ¿Qué es lo que quieres defender? ¿En qué obstinarte? ¿En este yo, que te han fabricado y que te mata la libertad de tu verdadera conciencia?” (Gombrowicz: 1988: 331)

La pregunta es: ¿Cómo puedo ser realmente “yo” si mi historia y mi sociedad me (de)formaron? Surgen entonces, entre las reflexiones de Gombrowicz, preguntas como: “¿Quién soy? ¿Acaso ‘soy’ realmente? A veces soy esto, a veces aquello…” (1988: 330)

La conclusión –inacabada – a la que podemos llegar, interpretando las reflexiones de este autor, es que seremos auténticos en la medida en que seamos individuales con respecto a nuestro estilo de vida, y por ende, seremos también maduros, mientras tanto seguiremos usando “pantalones cortos”.



3. EN QUÉ (NO) CREE GOMBROWICZ

Las creencias se generan en relación con los otros, al dialogar, al relacionarnos con las demás personas de nuestra cultura, al convencernos de la verdad de una opinión. Partamos del concepto de creencia tal como lo sugiere Peirce, es decir: “El sentimiento de creer es un indicativo más o menos seguro de que en nuestra naturaleza se ha establecido un cierto hábito que determinará nuestras acciones” (1988: 181).
El pensamiento o razonamiento –como seres intelectuales que somos – es el que distingue la duda de la creencia. En la medida en que el pensamiento se convierta en un hábito en la mente del hombre, generará entonces una creencia, es decir, un estado de satisfacción y tranquilidad que nos hará actuar de determinada manera en cierta ocasión.
Witold Gombrowicz, en forma progresiva, fue marcando temas o ideas en las que intenta fijar una creencia, tanto para sí mismo como para los demás. Las preguntas tomadas como ejemplos anteriormente, en la sección 2. de este artículo, dan cuenta de una irritación, a causa de una lucha interna por alcanzar un estado de creencia, es decir, según Peirce, una indagación.
Otro ejemplo se puede observar a lo largo de los capítulos XIX y XX, donde Gombrowicz retoma en forma fragmentada su opinión con respecto al existencialismo. Intenta responder y explicar por qué este pensamiento filosófico no lo sedujo por completo. En este sentido agrega:

“Mi postura ante el existencialismo en fatigosamente confusa y tensa. Yo mismo lo práctico, y sin embargo no me fío de él. Irrumpe en mi existencia, pero no lo quiero. Y no soy el único que se encuentra en esta situación. Qué extraño. La filosofía que exhorta a la autenticidad nos empuja a una gigantesca falsedad.” (1988: 312)

Queda claro, entonces, que Gombrowicz oscila entre creer y no-querer-creer en el existencialismo, porque al rendirse a los pies de este pensamiento sería nuevamente in-auténtico. Asimismo, indaga sobre su participación en la revolución:

“¿Por qué yo teniendo a mi derecha el capitalismo, cuyo cinismo latente conozco, y a mi izquierda la revolución, la protesta y la rebelión surgidas del más humano de los sentimientos, por qué no me uno a estos últimos? […]
¿Acaso hay algún tipo de amor por el pasado que me ate? No, puesto que me he especializado en la libertad, mientras que la escuela del exilio ha reforzado lo que ya había en mí de nacimiento, la amarga alegría de alejarme de lo que se aleja de mí…” (1988: 326-327)

Son dudas, interrogantes, que comparte con el lector, que lo ayudan en la conformación de su yo, en la construcción de su propia creencia. Nuevamente, la realidad del exilio se impone sobre sus creencias previas, y desafía los hábitos acumulados en su experiencia. Al vivir en otro lugar, la distancia ha reforzado algunas creencias y otras se han puesto en duda, generando nuevas verdades que le producen una “amarga alegría”.
Para cerrar esta sección cabe mencionar que Gombrowicz presenta al comunismo como hombres que creen fuertemente en su política, que encuentran una satisfacción plena al adherir sin vacilar a dicha creencia oscilando entre la tenacidad y la autoridad, es decir, que en parte se mantienen alejados de cualquier cambio de opinión que desentone con su verdad, pero, al mismo tiempo, seducen y someten al hombre a sus creencias:

“¿Acaso no salta a la vista esta increíble duplicidad de cada comunista sin excepción, incluso de los más refinados intelectualmente? Porque mientras se trata de la destrucción de la vieja verdad, ese hombre nos fascina con la libertad del espíritu desenmascarador y el deseo de sinceridad interior; pero, cuando seducidos por ese canto, permitimos que nos conduzca a su propia doctrina, ¡paf!, se cierra la puerta…” (Gombrowicz 1988: 332)

Este es un método de fijación de creencia utilizado por la mayoría de las doctrinas políticas y teológicas para conseguir afluencia de la comunidad, por lo que la opinión de Gombrowicz atraviesa fronteras temporales para ubicarse en cualquier momento de la historia en la que una doctrina intente hacer creer su verdad – universalidad. Creencia que en última instancia se instala en el pensamiento del hombre al sentir la satisfacción de que se ha llegado a una opinión verdadera, como dice Peirce: “Lo máximo que se puede afirmar es que buscamos una creencia que pensaremos que es verdadera” (1988: 183). Entonces, cerramos la puerta a las dudas y dejamos atrás la indagación.
Gombrowicz demuestra estar a la orden del día con respecto a su posición y a su condición de escritura, ya que antes del argumento que desenmascara al comunismo advierte: “Se me permite poner en duda mis propias verdades mientras estoy del lado del capitalismo; pero este autocontrol debe acallarse en el momento en que me encuentro en las filas de la revolución” (1988: 332). En este sentido, y retomando lo que desarrollamos sobre las creencias de este autor, vemos un escepticismo con respecto a los dogmas y a las leyes, cuestión que refuerza su concepción de libertad y de individualidad, que le permite criticar la “repugnante semisinceridad” (1988: 333) o hipocresía de diversas doctrinas.



4. CONCLUSIÓN

El Diario de Witold Gombrowicz nos invita a recorrer, en estos tres últimos capítulos del primer tomo, diversos temas y lugares de nuestro país a través de sus relatos, especialmente en el Diario del Río Paraná, donde describe parte del paisaje del litoral argentino, haciéndonos partícipes de un estilo diferente al que utiliza en otros capítulos de su Diario, esto es, con tono poético, con ritmo, repeticiones y desplazamientos espacio-temporales. El marco de referencia que utiliza para describir lo exótico del paisaje nacional, es lo que ya conocía, el paisaje de su Polonia natal, y que aquí revive en sus recuerdos.
La problemática sobre considerar a Gombrowicz dentro de la tradición literaria argentina es discutible por algunos aspectos: su procedencia polaca y el idioma materno. Pero, su exilio de más de dos décadas en nuestro país habla de una elección más que de una imposición o una casualidad, pero esta discusión es materia para otro artículo, en otro contexto.
Conciente de su exilio, lucha por ganar libertad, más autenticidad, al menos en pensamientos. A pesar de su tono crítico, de la crudeza de sus comentarios, a veces exagerados, nos enfrentamos a un diario lleno de planteos, fragmentarios y a la vez agotados en el mismo apartado o capítulo, que traspasan fronteras temporales y espaciales tornándose universales, por ejemplo, la argumentación sobre la construcción las creencias a través del sometimiento y la seducción.
Asimismo, en estos capítulos indaga sobre la construcción de los discursos políticos –comunismo – y filosóficos – existencialismo –, sobre las debilidades que poseen, y sobre las máscaras que asumen las personas adaptándose a la Forma.
También ejemplifica en carne propia la construcción de un “yo” público, ya que la mayor parte del diario fue publicada en la revista Kultura. A pesar de ello, confiesa inseguridades y argumenta posturas que intentan ser “propias”, en vista de que los pensamientos del hombre están empapados por los discursos de su cultura, argumento del cual deduce que no existen pensamientos o sentimientos verdaderamente auténticos. En este sentido, nos hace pensar sobre la relatividad de nuestra individualidad y libertad, intentando despertar en nosotros una visión crítica acerca de un mundo donde los hombres se crean mutuamente, en dependencia los unos de los otros.



REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

AUGE, M. (1999): “La vida como relato” en La dinámica global/local. Cultura y comunicación: nuevos desafíos. R. Bayardo - M. Lacarriu (comps.) Buenos Aires, La Crujía.
DE CERTEAU, M. (2000): La invención de lo cotidiano. México, Universidad Iberoamericana.
GOMBROWICZ, W. (1982): Prólogo a La Seducción. (Titulo original: La Pornografía. Barcelona. Seix Barral)
__________________ (1988): Diario, 1 1953-1956. Madrid: Alianza.
PEIRCE, CH. S. (1988): “La fijación de la creencia” en El hombre, un signo. Barcelona, Ed. Crítica.


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