martes, 29 de septiembre de 2009

El viaje del exilio: de Dante a Sarmiento

Introducción

La literatura despliega diferentes caminos para recorrer a través de la lectura de diferentes obras, nos permite viajar a través de ellas, aún permaneciendo inmóviles y solitarios durante el transcurso del viaje. En él ocurren cambios, avances, alegrías, desdichas, encuentros, desencuentros, y nutridas situaciones descriptibles pero imposibles de enumerar. No obstante, emprender un viaje implica salir desde un lugar, desde un domicilio, para transportarnos hacia otro lugar, que es conocido por nosotros o no, y por fin, emprender el camino de regreso. La posibilidad de retornar al lugar de partida depende de los motivos por los que se emprende un viaje. Podemos hablar de vacaciones, trabajo, huidas, o bien de un viaje forzoso. En este último caso, por ejemplo, se emprende un viaje luego de ser exiliado.
Cuando mencionamos el viaje de huida suponemos que no se desea regresar al lugar de partida por lo que el no-retorno es total, de la misma manera que lo es (dejando de lado cualquier apreciación metafísica) el viaje del cuerpo cuando dejamos de existir físicamente. Así, podemos decir que en el viaje del exilio existe la posibilidad de retorno, es decir, el no-retorno es parcial, ya que estamos hablando de disputas políticas entre diferentes partidos que pueden solucionarse pasado determinado tiempo.
Con esta base acerca del viaje del exilio les proponemos viajar a través de dos obras reconocidas que están relacionadas entre sí por diversos motivos, pero principalmente por las marcas del exilio. Trabajaremos con La Divina Comedia de Dante Alighieri, y con Facundo de Domingo F. Sarmiento.
En primer término debemos conocer el contexto de cada una, la época histórica en la que se desarrollaron y las bases ideológicas en las que estaban insertos sus autores. Más adelante, ya en el interior de las obras, reconoceremos las posibles marcas de la realidad que salen como la punta de un iceberg en sus escritos. Además, nos ocuparemos de las dualidades civilización-barbarie y paraíso-infierno. Por último, haremos una mención sobre las diferencias en el tipo de discurso que se vislumbran en las obras, remarcando el diálogo constante entre Dante y Virgilio, por un lado, y el monólogo sarmientino por otro. Ambos discursos fueron producidos durante el viaje del exilio y fue desde esa base desde donde surgió esta propuesta que ahora presentamos.

Luchas de poder

Desde una perspectiva externa se puede observar que ambos autores atravesaron etapas conflictivas en el ámbito político de sus respectivos lugares de origen, es decir, contextos marcados por disputas políticas, por diferentes corrientes partidarias que se disputaban el poder; tanto Dante como Sarmiento fueron exiliados. El primero nunca más volvió, el segundo retornó luego de sufrir tres veces el desarraigo.
A principios del Siglo XIII comenzaron a haber discordias en Florencia, ciudad natal de Dante Alighieri, especialmente entre las familias principales, de las cuales nacieron dos partidos. Por un lado, el de los güelfos, que “manifestaban preponderante fidelidad al papa y menos anuencia al emperador” . A su vez, ellos estaban divididos en “negros” y “blancos”, estos últimos, defensores de los privilegios ciudadanos contra la excesiva injerencia del papa Bonifacio VIII. Por otro lado, los gibelinos, que “adherían ante todo al emperador; oponían resistencia, en ocasiones resuelta, a la omnímoda gravitación del pontífice” . Hacia mediados del mismo siglo, y tras perder ante los gibelinos, muchos güelfos se trasladaron a Luca, que era el único territorio en el que podían hallar refugio. La familia de Dante contaba entre los güelfos que no habían abandonado Florencia.
La vida política del poeta fue apreciable ya que intervino en varias incursiones militares. Por ejemplo, en 1289 peleó, junto a otros ciudadanos güelfos, en contra de los gibelinos de Arezzo. Participó en el Consejo de los Cien, “Logró injerencia en los asuntos de gobierno y colaboró sin darse tregua” . Ya en 1301, las disputas entre güelfos y gibelinos se multiplicaban. En octubre del mismo año, Dante fue enviado en embajada ante el papa. Éste lo retuvo en la corte por cautela. Mientras, en la principal población toscana , las disputas entre güelfos, “negros” y “blancos”, continuaban. Entre estos últimos se encontraba la familia de Dante. Los “negros” aprovecharon la situación y lograron dejar todo en sus manos. Entonces, en contra de Dante, la Comuna decretó la pena de la hoguera. La única manera de escapar era con el destierro. El poeta, a los treinta y siete años, debió dejar Florencia. Es decir, comenzó su exilio, y se vio sujeto a vagar por las tierras itálicas.
Por su parte, Sarmiento tuvo cuna en San Juan, ya a principios del Siglo XIX, precisamente en el año 1811. Heredó de su padre la propensión para la lucha y el patriotismo. A los dieciocho años se incorporó al ejército unitario, y luego, con sólo veinte años, las disputas sangrientas de la patria lo llevaron por primera vez al exilio, y fue en Chile donde encontró resguardo. Las contiendas se suscitaban entre unitarios y federales, estos últimos con Rosas a la cabeza, a quien Sarmiento constantemente batallaba mediante estadios periodísticos. Unido al ejército de Urquiza desde Chile, se trasladó a Montevideo, Uruguay. En 1852, luego de la caída de Rosas en la batalla de Caseros, Sarmiento entró por primera vez a Buenos Aires, pero tuvo diferencias con Urquiza y se marchó a Chile nuevamente. El camino del exilio se sucedió una vez más por su apasionado enfrentamiento con los gobernantes de turno.
Podemos observar que Sarmiento halló resguardo en otro país, y estando exiliado en Chile, éste autor escribió la obra que trabajamos, el Facundo. Y para terminar, de la misma manera que Sarmiento, Dante escribió La Divina Comedia durante el destierro, resguardado primeramente en Verona, que en aquellos tiempos era similar a estar desterrado fuera del país.

“Huellas de la realidad en el papel”

El viaje del exilio es un viaje forzoso sin lugar a dudas, que altera el orden hasta ese momento establecido. El abandono repentino del espacio propio provoca un efecto reflexivo interno en el cual pueden surgir muchas preguntas y/o acumular sentimientos de impotencia que a su vez deben ser exteriorizados, liberados de alguna manera. El deseo de regreso o la reubicación en un lugar nuevo, ajeno, condiciona el estado de ánimo, los pensamientos y las expresiones. En estos autores, Alighieri y Sarmiento, el exilio permanece marcado, y dentro de sus discursos ficcionales podemos encontrar huellas de la realidad, marcas que no se pueden borrar y que están relacionadas con el espacio perdido, con la nostalgia y la desorientación. Escriben para sí mismos, para desahogarse, para defenderse o desquitarse, e incluso tienen la ardua tarea de imaginar a sus lectores. Rosalba Campra apunta:
“En este momento, el espacio que se posee es solamente el del exilio. Las condiciones de la escritura han cambiado. El autor debe preguntarse quiénes son sus destinatarios, dónde están… estrecharse a una realidad armada con recuerdos y no ya con experiencias. ¿Cómo hablar, para quién, de qué?”
Son escritores arrancados de su propio medio, que tienen la posibilidad de examinarse internamente a sí mismos, y que aún lejos de su patria pueden expresarse mediante las letras.
En cuanto a los estados de ánimo y los pensamientos reflexivos, podemos leer al Dante-personaje, en el “Infierno”, contestando a Farinata, un jefe gibelino de la Florencia del Siglo XIII:
“…le rogué, ‘desenrédame este nudo
en que tengo trabado el pensamiento.
Vosotros veis, según lo que ahora oigo,
con anticipo lo que el tiempo trae,
mas no aquello que ocurre en el presente.’ ”
Por otro lado, con respecto a las huellas de la realidad, encontramos la predicción del exilio, descubierta en gran parte por Beatriz y Cacciaguida, expresada en el “Paraíso”, frente a la cual el Dante-personaje se muestra ansioso:
“en tanto que yo estuve con Virgilio
allá en el monte que a las almas cura
y cuando descendí al mundo difunto,
de mi vida futura se me dijo
palabras graves, bien que yo me sienta
tetrágono a los golpes de la suerte.
Mi deseo estaría satisfecho
al saber la fortuna que me espera,
que saeta prevista va más lenta.”
El poeta sugiere con la forma del cubo (tetrágono) la firmeza que el Dante-personaje deberá tener frente a los futuros acontecimientos. Y la predicción no es nada más ni nada menos que la historia del exilio del Dante-autor trabajada estéticamente e incorporada a su obra:
“Cual se alejó Hipólito de Atenas
por despiadada y pérfida madrastra,
tal de Florencia salir te conviene.
Esto se quiere y esto ya se busca,
pronto ello se hará según se piensa
en donde a Cristo mercan todo el día.
……………………………………………
Tú dejarás toda cosa dilecta
tan caramente, que es el primer dardo
que el arco del exilio saetea.
Tu probarás cómo a salado sabe
el pan ajeno, y cuán duro camino
es bajar y subir las gradas de otros.”
Continúa por varios versos más escuchando la predicción, sobre quiénes serán sus compañeros y con quién se refugiará luego de su salida de Florencia. La expresión “en donde a Cristo mercan todo el día” hace referencia al entendimiento entre el papa Bonifacio VIII con Carlos de Valois y los güelfos “negros”. Sin duda es un vaticinio cargado de la experiencia y del recuerdo del Dante-autor, muy subjetivo, y como dijimos al comienzo, es la parte del iceberg que sale a la superficie. Ante esta predicción, el Dante-personaje expresa lo que es Florencia para él:
“de previsión conviene que me arme,
Pues si el sitio más grato me es quitado,
No pierda ya los otros por mis cantos.”

Asimismo, podemos observar huellas de la realidad en la obra de Sarmiento, que a su vez, resaltan la distancia que existía entre el autor y la patria abandonada, se sitúa en el exilio para proclamar por ejemplo:
“A fines del año 1840, salía yo de mi patria, desterrado por lástima, estropeado, lleno de cardenales, puntazos y golpes recibidos el día anterior… Al pasar por los baños de El Zonda, bajo las armas de la patria que en días más alegres había pintado en una sala, escribí con carbón estas palabras…”
Un ejemplo de impotencia sería:
“Desde Chile, nosotros nada podemos dar a los que perseveran en la lucha, bajo todos los rigores de las privaciones…”
Sarmiento demuestra aquí que mientras él estaba desterrado, continuaban las disputas entre unitarios y federales, y que además sus partidarios sufrían privaciones.
Por otro lado, sobre el tipo de discurso que lleva en la obra, se dijo que es dinámico y de lectura azarosa, y ante estas devoluciones, el autor redactó una advertencia en la que se justifica por inexactitudes, en donde no dejó de remarcar el destierro de su patria:
“Algunas inexactitudes han debido necesariamente escaparse en un trabajo hecho de prisa, lejos del teatro de los acontecimientos, y sobre un asunto de que no se había escrito hasta el presente.”

Dualidad civilización-barbarie, paraíso e infierno sarmientinos

El primer motivo de la redacción del Facundo fue el de enfrentar a Rosas mediante la figura del caudillo riojano que protagoniza la obra, quien concentraba en su retrato a la realidad del momento y del país. La propuesta de Sarmiento, además, será oportuna para levantar bien alto la bandera de los ideales de todos los exiliados que como él anhelan la concreción de un gobierno bajo el poder de los unitarios, o anhelan, por lo menos, sacar a Rosas del poder.
Esta bandera “doctrinal”, civilización y barbarie, preserva las ideologías de su autor. Autodidacta en su formación, Sarmiento apelaba a la civilización de su patria, y civilización para él significaba progreso, libertad, educación. De manera insistente quería rescatar al hombre de la barbarie, quería “culturizar” al pueblo, y confiaba en que la condición para llevar al país hacia el progreso era “civilizando” o, más honestamente, “europeizando” a los salvajes de estas tierras. Ser bárbaro y vivir entre ellos, y he aquí la analogía que proponemos entre este autor y Dante, era como vivir en el “infierno”, sea el dantesco, sea otro, para el caso es igual. La existencia de la ciudad, por un lado, y del campo, por otro, nos da la posibilidad de imaginar al infierno y al paraíso en nuestras tierras, de ser así, no hay duda que tenemos un país rico en todo sentido. Concentrémonos en la descripción que hace el mismo Sarmiento:
“Da compasión y vergüenza en la República Argentina comparar la colonia alemana o escocesa del sur de Buenos Aires y la villa que se forma en el interior: en la primera, las casitas son pintadas; el frente de la casa siempre aseado… el amueblado, sencillo, pero completo; la vajilla… reluciente siempre… y los habitantes, en un movimiento y acción continuos. (…)
La villa nacional es el reverso indigno de esta medalla: niños sucios y cubiertos de harapos, viven con una jauría de perros; hombres tendidos en el suelo, en la más completa inacción; el desaseo y la pobreza por todas partes… un aspecto general de barbarie y de incuria los hacen notables.”
En el primer párrafo menciona una colonia alemana (europea) en Buenos Aires, y describe sus costumbres a modo de ejemplo. Aunque no lo mencione, un lugar así, que en vez del tamaño de una colonia tenga el tamaño del país todo, lo que lograría encabezando un gobierno unitario por supuesto, es la descripción del paraíso sarmientino. En contraposición, en el segundo párrafo describe lo que no desea para la patria, lo que quiere cambiar. Anhela quitar del país los trozos de “infierno” que existen para él bajo la cultura de los bárbaros: la suciedad, la inactividad y la pobreza son los antónimos de la civilización.
El camino que Dante realiza desde el infierno hasta el paraíso, pasando por el purgatorio, es ascendente, hasta alcanzar la luz, el conocimiento, la verdad revelada. Desea volver a la luz, y lo logra con la ayuda de Virgilio, en el infierno y en el purgatorio, y de Beatriz en el paraíso. Este viaje parte, subjetivamente, de su condición de exiliado, se siente extraviado pero alcanza su cometido, se acerca al cielo, vuelve a la luz y al conocimiento de la verdad. Ahora bien, si pensamos que esta luz es el conocimiento, el paraíso dantesco no está lejos del paraíso sarmientino. La civilización de la patria precisa este viaje de acceso al conocimiento. Para Dante, la salvación de sí mismo, del hombre descarriado como producto de su errancia y de sus pasiones políticas, y de toda la humanidad, se alcanza a través de este camino, del viaje hacia la luz y la verdad. Para Sarmiento, la salvación de sí mismo (su anhelo como exiliado) y el progreso de la patria se alcanzan mediante la educación, que no es más que la transmisión de conocimientos, y mediante la unificación del país, la reconstrucción, que se plasman en el Facundo en los capítulos XIV y XV donde expone las propuestas del gobierno unitario, su paraíso.

Diálogo vs. Monólogo

Durante el tiempo del exilio, estos autores redactaron varias obras además de las que trabajamos aquí. Pero, como mencionamos en el apartado “huellas de la realidad en el papel”, fuera de su espacio deben redefinir el sentido de su escritura. Las palabras adquieren para ellos un medio de desahogo, una expresión de nostalgia, de reflexión.
En La Divina Comedia, el autor camina a lo largo de su viaje acompañado por Virgilio y al final por Beatriz. Constantemente dialoga con ellos y con otras personas que se le presentan en el camino. Esta elección del diálogo como forma del relato no puede pasar desapercibida si tenemos en cuenta su condición errante. En los ejemplos citados anteriormente se ilustran estos diálogos a los que hacemos referencia: entre Dante y Farinata, luego en la predicción, dialoga con Cacciaguida y con Beatriz. Está acompañado en todo su viaje, y recibe respuestas de su compañero a cada extrañamiento que se le presenta en los lugares desconocidos.
En el Facundo, podemos observar que Sarmiento está solo en su denuncia y en su destierro, y presenta sus ideas como un torbellino, de manera desordenada. No recibe respuestas directas en su discurso, salvo las retribuciones de sus lectores entre una edición y otra, pero no es a lo que apuntamos. Citemos un ejemplo para trabajar:
“de eso se trata: de ser o no ser salvaje. ¿Rosas, según esto, no es un hecho aislado, una aberración, una monstruosidad? ¿Es, por el contrario, una manifestación social; es una fórmula de una manera de ser de un pueblo? ¿Para qué os obstináis en combatirlo, pues, si es fatal, forzoso, natural y lógico? ¡Dios mío! ¡Para qué lo combatís!.. (…)
¿Acaso la civilización y la libertad son débiles hoy en el mundo, porque la Italia gima bajo el peso de todos los despotismos, porque la Polonia ande errante sobre la tierra mendigando un poco de pan y un poco de libertad?... ¿se quedan también las ideas entre los despojos de los combates?... ¿hemos de abandonar un suelo de los más privilegiados de la América a las devastaciones de la barbarie, mantener cien ríos navegables, abandonados a las aves acuáticas que están en quieta posesión de surcarlo ellas solas desde ab initio?”
En esta cita del Facundo encontramos a Sarmiento indagando solo, sin entablar diálogo alguno más que con el lector. Tiene a lo largo de la obra un relato solitario, un torbellino de ideas que plasman en el papel su impotencia y sus deseos. El autor expatriado, alejado del hermano argentino con quien dialogar, entabla una conversación con sí mismo. Por eso interroga y exclama, intentando conmover al posible oyente ausente, pero que está presente en su monólogo. Quizás intenta conmoverse también a sí mismo y escapar de la soledad del exilio a través su escritura.

A modo de conclusión

Al principio dijimos que la literatura nos permite viajar a través de las obras, y si bien fue difícil el viaje que elegimos, no fue imposible. Difícil unificar a dos obras tan distintas como lo son La Divina Comedia y Facundo en cuanto al tema del relato, y difícil de unificar a los autores en cuanto a estilo y composición. Pero he aquí que la unificación está dada por la realidad, porque ambos fueron forzados a abandonar el espacio que consideraban propio, condenados tal vez a enmudecer. Pero, a pesar de la ardua tarea de recontextualizar sus palabras, no lograron alejar sus sentimientos y pensamientos de la patria abandonada. Fueron capaces de transitar el camino del exilio con toda su capacidad creativa y moldearlo en sus obras. Sus palabras permanecen vivas en cada uno de nosotros y colaboran con nuestro propio viaje hacia la luz y el conocimiento. Ellos realizaron el viaje del exilio, y esas huellas quedaron marcadas en el papel. Si el desarraigo los condujo a una revisión de sí mismos, entonces habrá sido un paso necesario en sus caminos. Un viaje que se inició en la realidad, que nos hicieron llegar a través de la literatura, y que aún no terminó de recorrer el mundo.

Bibliografía General
- Alighieri, Dante (1972): La Divina Comedia. Buenos Aires, Ed. Carlos Lohlé.
- Campra, Rosalba: “Exilios” en América Latina: La identidad y la máscara México, Siglo XXI editores.
- Sarmiento, Domingo F. (1973): Facundo. Buenos Aires, Ed. Atlántida.

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